“Embustes y cuentos, de uno nacen cientos.” (Refrán)
La Real Academia Española indica que así designaban a un garrote los aborígenes de América central, en época de la conquista hispana. También alude a un dicho o hecho sin importancia, a una mentira o desengaño. Más de una vez, al tomar conocimiento de un desacierto, advertimos: ¡No me vengas con macanas! Aviso que demuestra un estado de alerta, ante quien tiene actitudes que suscitan desconfianza. Bien dice el proverbio árabe: “La primera vez que me engañes, será culpa tuya; la segunda vez, la culpa será mía.”
El uso del adjetivo “macanudo,” deriva del sustantivo macana, determina algo en lo cual se está de acuerdo, por ser interesante o conveniente. Pero, para situaciones así, la sabiduría popular destaca que “no es oro todo lo que reluce.” Es una recomendación que lleva a desconfiar de los aspectos beneficiosos, que no lo son.
El dramaturgo francés Moliere (1622-1673) distingue: “Las apariencias engañan la mayoría de las veces; no siempre hay que juzgar por lo que se ve.” La compositora e instrumentista chilena de pop-rock Francisca Valenzuela Méndez (1987) reflexiona: “Los poderosos mienten, hacen lo conveniente, sonríen y asienten, para no asustarnos con la verdad y para no quedar mal.” Estas ideas como otras tantas llevan a considerar lo que se entiende por macana o macanudo.
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