En latín se denomina “sica” a una daga o espada corta. En el idioma español se nombra sicario a quien asesina por dinero, cumpliendo un encargo ajeno. La retribución económica es su móvil y su atropello es penada por la ley. Él es el gestor material del crimen, pero su instigador es el responsable intelectual. Ambos son culpables El poeta griego Hesíodo (mitad del siglo VIII a C) sentencia: “El castigo entra en el corazón del hombre desde el momento en que comete el crimen.”
Las organizaciones criminales, conocidas como mafias, recurren a los matones para eliminar a sus adversarios. Quienes trafican con drogas se abastecen de esa clase de delincuentes para amedrentar, marcar territorio o matar. El historiador romano Tito Livio (59 aC-17 dC) recuerda: “Ningún crimen tiene fundamentos razonables.”
Esos malhechores son asesinos a sueldo. Por lo general son reclutados entre avezados delincuentes comunes o menores de edad sin valores. El poeta latino Ovidio (43 aC-17dC) marca el perfil del malvado: “El que desde sus primeros años se acostumbra a la maldad, hace luego del crimen un arte.” Descripción que bien le cabe a todo sicario.