“Copitos de azúcar,” es una golosina que también se la conoce como “algodón de azúcar” o “nube de algodón.” Esa delicia está formada por almíbar condensado en suavísimos hilos, enredados en un palillo.
Se conoció en Italia por el año 1400, fue la ocurrencia de un original cocinero que adornó sus postres. Tarea difícil y de una habilidad reservada, sólo a unos pocos. A comienzos de 1900 aparecieron las primeras máquinas, simples y frágiles, para su producción. En 1940 la empresa Gold Medal Products industrializó un artefacto más eficiente, que masificó el delicioso consumo.
Este empalagoso deleite se disuelve con facilidad en la boca, su textura es suave como el algodón. Su oferta es tentadora y se la vende en eventos populares, junto con las manzanas caramelizadas.
Un proverbio advierte: “Si tienes amargo el corazón, entonces el azúcar en la boca no te ayuda.” Es sabido que lo dulce encanta al paladar, pero puede afectar al organismo. El historiador griego Plutarco (45-120) en su libro Vidas Paralelas, nos recuerda: “todo en su medida y armoniosamente.”
El escritor estadounidense Kart Vonnegut (1922-2007) señala: “No dejes que la amargura te robe tu dulzura.” Entendida ésta como afable cordialidad que se disfruta, al igual que el azúcar en forma de copitos.