Es una sentencia que induce a pensar cuando los acontecimientos y las palabras merecen ser tenidas en cuenta, o no.
En los países de habla hispana o portuguesa, el nombre de Alberto tiene como diminutivo Beto. Tratándose de un niño el apodo familiar y cariñoso es Betito. Distinto es si se trata del veto, palabra derivada del latín que alude a una prohibición. El escritor estadounidense Mark Twain (1835-1910) destaca: “Cuanto más prohibida son las cosas, más populares se vuelven.” Ante el impedimento a determinada acción surgen dos bandos. Están aquellos que lo aceptan y los otros que se oponen.
En las acciones democráticas de gobierno, el jefe de Estado tiene el derecho de impedir la ejecución de una ley aprobada por el Congreso antes de su promulgación. Pero, con los 2/3 de cada una de sus cámaras, la de diputados y la de senadores, pueden insistir y aprobar la ley vetada por el presidente de la Nación. El escritor romano Lucio Séneca (4 aC-65 dC) advierte: “Lo que las leyes no prohíben, puede prohibirlo la honestidad.”
En la sociedad y en la política se pueden fomentar o no algunos cambios. En la sociedad se suele etiquetar a las personas con sobrenombres. Por eso, un tema es lo que significa el veto y otra cuestión cariñosa es a quien se lo nombra Betito.