El astrónomo griego Andrónico de Cirro, vivió por el año 100 a C. En Atenas construyó una torre octogonal denominada “de los vientos” para asombro de sus conciudadanos. En cada uno de sus lados esculpió figuras
alusivas a las brisas principales: Norte, Sur, Este y
Oeste y a las secundarias: Noreste,
Sureste, Noroeste y Suroeste. En su cúspide
representó al dios tritón sosteniendo
una vara que giraba según la
dirección eólica.
En tiempos pasados era de refinado estilo ubicar una
veleta en lo alto de las casas. Sobre su mecanismo giratorio solían incorporar
figuras significativas. Un señalador
horizontal, revelaba la
trayectoria del viento. Un travesaño
tendido, en forma de cruz, indicaba la orientación de los cuatro puntos
cardinales.
El Papa Gregorio I (540 -
604) dispuso
que las
torres de las iglesias tuvieran veletas con la representación de un gallo. En alusión a la vigilancia que el
clero debía asumir en resguardo de la fe
de los creyentes. El
cristianismo del mismo modo recuerda, con este
emblema, que al cacareo de esa
ave el apóstol Pedro negó temeroso a su Maestro y luego se arrepintió amargamente.
Es preferible
tener una veleta a que comenten que uno lo es, por ser una personalidad
antojadiza, cambiante de opinión y de conducta.
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