Esta frase resalta quien
advierte la ausencia de personas
o de cosas en un determinado lugar. Es la evidencia de la desaparición de algo
o de alguien.
El loro, como mascota doméstica, denota su
presencia con sonidos guturales y repite algunas palabras con inalterable
tono. Se supone que provenía de la India
y allí se lo consideraba un ave sagrada.
El folklore y la imaginación lo
hacen protagonista de jocosidades e invenciones populares.
Al principio de la era cristiana, tanto en Grecia como en
Roma, poseer un loro era un atributo de ostentación. Los romanos competían entre sí por saber quien tenía el más vistoso por su plumaje o el más
ocurrente por sus expresiones, lo cual
generaba admiración y sonrisas.
No hay datos de cuando
se afincaron en el continente
Americano. Estos ejemplares en nada tienen que envidiar a sus congéneres de otras comarcas.
Cuando un
alejamiento es notable, tanto aquí y
como allende los mares, es significativa la expresión: “no quedó ni el loro.”
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