lunes, 30 de noviembre de 2015

Guerra santa




“Sea el amor el único vencedor de todos.” 
(Paulo VI)


La humanidad, por malos entendidos, ha vivido y vive enfrentamientos entre individuos y conflagraciones entre naciones. La historia, según sus comentaristas, justifica o no las contiendas bélicas. El escritor francés Fenelón (1651-1715) asevera que “la guerra es un mal que deshonra al género humano.” Afirmación que se complementa con las enseñanzas de Juan Pablo II al decir que “la paz entre los pueblos ha de fundarse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad.”

Al ser humano le corresponden derechos y deberes irrenunciables. La conservación de la vida es uno de ellos. De ahí el carácter universal de la legítima defensa, aunque suele distorsionarse. Hay agresiones que intentan justificar distintos intereses como los geopolíticos o económicos. Cuando la excusa es la religión se denominan a esas contiendas como “santas,” cuyo estimulo es el paraíso y la vida eterna a los que mueren por su causa.

El escritor francés León Bloy (1846-1917) asevera que “sólo hay una desgracia: no ser santo.” Se entiende que lo básico de la santidad es hacer el bien y evitar el mal. Toda beligerancia en sí misma produce malestar, por eso ninguna guerra es santa.