lunes, 28 de febrero de 2022

El cuaderno.





 “Lo escrito, escrito está.” (Poncio Pilatos) 

Aún es actual, a pesar del tiempo transcurrido, lo dicho por el gobernador romano de Judea, quien aseveró que los hechos perduran más si se los dejan por escrito. A modo de complemento, el refrán enseña: “Las palabras vuelan, y lo escrito permanece.” Por eso, el cuaderno es útil para dejar constancia de lo ocurrido. Este elemento, tal como hoy se lo conoce, fue inventado en 1929 por el australiano J, A. Birchal. 

La invención del cuaderno es más reciente que la del papel, cuya innovación es atribuida a los chinos (siglo II a. C). Pero, recién a comienzos del siglo XX se adhirieron sus hojas, con pegamento o con una espiral de alambre. Esos folios atestiguan los pensamientos de quien escribe a mano alzada, sus ideas quedan expresadas por los trazos ligados de las sucesivas letras y palabras. 

El poeta y ensayista argentino Jorge Luis Borges (1899-1986) dice: “Cuando uno escribe, el lector es uno.” Eso se da porque surge una comunicación visible, entre quien informa y quién lo lee. 

El filósofo francés Voltaire (1694-1778) pregona: “La escritura es la pintura de la voz.” De ser así, el pintor es quien escribe e imprime su grafía cual colores en un cuadro alusivo. Las ideas impresas son fragmentos de la historia, personal o colectiva, siendo testigo fiel el cuaderno.